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Blog #4 – ¡Corazón Alianza Lima!

  • Foto del escritor: Gabriel LAUDE
    Gabriel LAUDE
  • 31 dic 2022
  • 14 Min. de lectura

Actualizado: 4 ene 2023


En esta carta, le cuento a mi amigo Simón mi experiencia en el estadio de Matute, donde ví jugar por primera vez al club de mis amores, Alianza Lima. Primero presento a Michael y Juan Luis, mis dos "angeles guardianes" que me introdujeron en este mundo que tanto ansiaba conocer. Luego describo el ambiente que envuelve el estadio los días de partido y relato la fantástica campaña de Alianza Lima para consagrarse bicampeón. Por último, en el apéndice, repaso brevemente la historia del club para comprender mejor lo que subyace tras esa pasión desenfrenada que es el aliancismo.


Lima, domingo 19 de noviembre 2022


Querido Simón,


Hace poco cumplí uno de mis mayores sueños: ir al estadio de Matute para ver jugar al Alianza Lima, el segundo club de mis amores junto con el Liverpool de Inglaterra. Y aún más, tuve la oportunidad de volver varias veces y, para colmo, ¡de ver Los Blanquiazules [1] proclamarse campeones nacionales! Todo lo que voy a contar aquí es mi experiencia íntima de Matute. Sé que no eres un gran aficionado al fútbol, pero me gustaría, a través de esta historia, transmitirte toda la belleza de este deporte, que no sólo está en el campo, sino sobre todo fuera de él.


Mi encuentro con mis dos ángeles de la guarda


Si tuve la suerte de vivir esta experiencia única, es gracias a dos personas que llevo en el corazón: Michael y Juan Luis, dos hermanos unidos por el aliancismo. Conocí a Juan Luis en la boda de mi primo Pedro el agosto pasado. Mientras conversábamos, me contó que era hincha de Alianza Lima y que iba al estadio desde que tenía memoria. Al ver mi entusiasmo ante la idea de conocer Matute, se ofreció sin dudarlo a llevarme con él y a enseñarme la cultura aliancista. Según lo prometido, concertamos una cita para ir con Juan Luis, Daniela, su novia, y Michael, el hermano mayor de Juan Luis, a ver Alianza jugar contra el AD Cantolao en Matute, el sábado 10 de septiembre. En esta ocasión, conocí por primera vez a Michael, el hermano mayor de Juan Luis. La corriente pasó inmediatamente con Michael. Lo que más me llamó la atención de él fue su curiosidad por mi doble cultura francesa y peruana. Casi de inmediato, empezó a cantar el estribillo de "Alors on danse" de Stromaé en un francés chapurreado, lo que me hizo reír mucho. Se sorprendió cuando le dije que esa música había pasado de moda hacía tiempo en Francia. Rapidamente, me puso el apodo de "Lapadula", en referencia al futbolista italo-peruano que juega en la selección peruana y es muy apreciado por los aficionados peruanos. Michael y Juan Luis son toda una dupla. Son muy diferentes físicamente, pero se parecen mucho en su forma de ser sencilla y cálida, y por su espíritu vividor. También comparten la pasión por la diablada puñena (un baile folclórico de la región de Puno), que practican juntos desde hace varios años en un elenco.


Si algo destacó de esta primera vez en Matute, no es el partido que acabó en un lamentable 0-0 y que debo reconocer que fue un completo aburrimiento. No, lo que me marcó fue la generosidad que Michael y Juan Luis demostraron hacia mí, haciéndome sentir como un miembro más de su familia a pesar de que apenas nos conocíamos. Al llegar a las afueras del estadio, Michael y Juan Luis se alejaron unos instantes antes de regresar, risueños y con una sorpresa para mí: una flamante camiseta de Alianza Lima que acababan de comprar a un vendedor ambulante. Más que la camiseta en sí, lo que me conmovió profundamente fue lo felices que estaban de regalármelo. Este gesto marcó mi entrada en la gran familia aliancista.


Michael y Juan entregándome la camiseta de Alianza Lima.


La experiencia de Matute


La previa del partido


Para muchos aficionados, la experiencia de Matute no se reduce al momento del partido, sino que abarca toda una serie de rituales en torno al estadio que comienzan varias horas antes del saque inicial y pueden continuar mucho después de que haya terminado el encuentro, independientemente del resultado. Si el equipo gana, se quedán a celebrarlo con todos los seguidores blanquiazules, y si pierde o empata, también se quedán a descargar su frustración o ahogar sus penas en la borrachera.


Con Michael, Juan Luis y su pandilla, acostumbramos ir a las casonas de la calle San Cristóbal, que da al lado oeste del estadio. Las casonas son viejos tugurios que ofrecen bebidas (casi exclusivamente cerveza) y comida para llevar. Allí, compramos grandes botellas de cerveza y buscamos un espacio libre en la acera para instalarnos, beber y charlar mientras esperamos a que llegue el resto del grupo. A nuestro alrededor se van formando y ampliando grupos de conocidos a medida que se acerca el arranque. Una marea azul y blanca invade poco a poco la calle San Cristóbal. Faltando aproximadamente una hora para el saque inicial, llega una banda que galvaniza a la multitud entonando canciones clásicas del repertorio aliancista, que son retomadas al unísono por todos los aficionados presentes.


Cuando quedan pocos minutos, terminamos rápidamente nuestro vaso de cerveza y nos apresuramos hacia la tribuna Oriente, al otro lado del estadio, donde tenemos nuestros asientos asignados. Todos estamos más o menos borrachos, pero tenemos que intentar poner buena cara para pasar los controles policiales y que no nos denieguen el acceso al estadio. Una vez dentro, la emoción crece al oir el público de Matute cantar y gritar a pleno pulmón mientras espera la entrada de los "Íntimos de La Victoria" [2].


Aficionados aliancistas cantando al son de una banda antes del partido.


El estadio


El estadio Alejandro Villanueva, más conocido como Matute por el distrito de La Victoria en el que se encuentra, fue inaugurado en 1974 y tiene capacidad para unos 30.000 espectadores. Uno de sus rasgos más característicos son los coloridos frescos que cubren sus muros. Representan símbolos del club en una gradación de azul, blanco y rojo, los colores característicos de Alianza. El colectivo Todas Las Sangres, formado por muralistas y artistas aficionados a La Blanquiazul, se encarga de su ejecución y renovación periódica. El estadio tiene cuatro gradas, Occidente y Oriente en longitud, Norte y Sur en anchura. La tribuna Sur es la más popular porque es más barata. También es la tribuna con más ambiente porque allí es donde el Comando Svr (pronunciado "Comando Sur") se instala cada día de partido para animar la hinchada y donde se cultiva la "tradicional mística aliancista" [3].


El Comando Svr es la barra brava de Alianza Lima, el equivalente a los ultras en los estadios europeos. Son los más fervientes seguidores del equipo. Liderado por el legendario Rafael Arias, conocido como "El Pato", y "Sandrito", su icónico bombo [4], el Comando Svr, situado en el centro de la grada, inicia los cánticos y los acompaña con sus trompetas e instrumentos de percusión de sonidos afroperuanos durante todo el partido. La influencia de la cultura afroperuana en el folclore y la cultura popular de los aliancistas es un rasgo distintivo de la identidad blanquiazul que contribuye a hacer de cada partido una auténtica fiesta.


Los demás hinchas aliancistas no se quedan atrás y también muestran un notable entusiasmo para galvanizar a su equipo durante los noventa minutos del partido, sin importar el resultado, como reza la letra de una canción aliancista: « aunque vayas perdiendo sigo alentando, porque a pesar de todo te sigo amando ». Es como si para ellos el acto de alentar fuera tan importante como el esfuerzo de los once jugadores en el campo de juego, como si se repartieran el trabajo para alcanzar un mismo objetivo: obtener la victoria final.


El ambiente de Matute un día de partido.


La epopeya victoriosa


Un camino nada fácil


Querido Simón, te voy a contar el extraordinario camino de Alianza Lima hasta convertirse en campeón nacional.


Antes de que yo fuera al estadio por primera vez, Alianza venía de una humillante derrota por 2-0 ante su rival histórico, la U. A la semana siguiente, Alianza sólo pudo lograr un mediocre empate contra AD Cantolao en mi primera visita al estadio. El club llevaba una racha de tres partidos sin ganar y sólo era quinto en la tabla de clasificación a falta de nueve jornadas. Esta preocupante situación llevó a la destitución del entrenador Carlos Bustos, que fue sustituido por su ayudante técnico Guillermo 'Chicho' Salas, ex jugador del conjunto blanquiazul con el que había ganado varios títulos a principios de la década de 2000. A pesar de su falta de experiencia como entrenador principal, logró reinstaurar una dinámica positiva en el plantel y devolver al equipo a la senda del triunfo, llevándolo a ganar el Torneo de Clausura 2022 por apenas un punto. Alianza se aseguró así un lugar en la gran final nacional, y pudo descansar tranquilo hasta que el resultado de la semifinal entre FC Melgar y Sporting Cristal determinara quién sería su rival.


El FC Melgar tuvo el privilegio de enfrentarse al Alianza en la gran final de la Liga Peruana 1. Aquí, a diferencia de Europa, las finales se juegan a doble partido. Para el partido de ida, el equipo blanquiazul viajó a Arequipa para enfrentarse a los rojinegros (los colores característicos de Melgar). A pesar de algunas buenas ocasiones de gol, los Íntimos de La Victoria nunca pudieron encontrar el camino y fue Melgar quien ganó 1-0 gracias a un autogol del defensa aliancista Yordi Vílchez. El conjunto blanquiazul necesitaba ganar por una diferencia de dos goles para darle la vuelta al partido, y confiaba mucho en el protagonismo de Matute para marcar la diferencia.


La gran final


El ambiente en Matute antes de la final.


El sábado 12 de noviembre, Matute se llena y bulle durante varias horas antes del saque inicial. Juan Luis, Michael y el resto de nosotros estamos en la Tribuna Sur desde las cinco de la tarde para este partido decisivo. A mi alrededor, puedo sentir cómo aumenta la presión a medida que se acerca la hora del inicio, pero también el entusiasmo y el fervor en los cánticos de los aficionados.


A las 8.00pm comienzan las "hostilidades". Los primeros 45 minutos son bastante tensos por ambas partes y ninguno de los dos equipos consigue realmente construir y desarrollar su estilo de juego. A medida que se acerca el descanso, los intentos de los aliancistas se vuelven más incisivos y Melgar no puede hacer otra cosa que acumular faltas, lo que le vale tres tarjetas amarillas en rápida sucesión. La última de estas faltas vale a los locales un peligroso tiro libre al borde del área. El número 7, Pablo Lavandeira, recibe el balón y lo envia directamente a la cabeza de su compañero Yordi Vílchez (autor del desafortunado gol de la ida), que bate al guardameta rojinegro. GOOOOOOOL. 1-0 Alianza.


¡Matute revienta!


Las cuatro gradas arden con el mismo movimiento. Lo celebramos y nos abrazamos con Michael y Juan Luis. A nuestro alrededor, toda la tribuna Sur está en un frenesí de excitación. Este clamor colectivo dura muchos minutos. Todo el estadio está eufórico.


Tras la segunda parte, ya se respira más serenidad en el estadio de Matute, pero los seguidores blanquiazules no piensan detenerse ahí y siguen empujando a su equipo para conseguir el segundo gol decisivo. En el minuto 74 de partido, Alianza realizó una incursión por el lado derecho del área. Harley cede el balón a Gino Peruzzi, que envia un centro preciso al centro del área. El temible Pablo Lavandeira, siempre atento al balón, se precipita para interceptarlo con la cabeza y envia el esférico a la red. GOOOOOOOL. 2-0 Alianza.


¡Matute revienta de nuevo!


La emoción está intacta, si no es más intensa. La victoria final está cada vez más cerca. Aparte de un pequeño susto en la portería de Campos, el guardameta aliancista, los rojinegros ya no parecen capaces de inquietar a los blanquiazules y competir con ellos por el título final. El árbitro anuncia 5 minutos de prórroga. Matute tiembla de impaciencia. La atmósfera es irrespirable. Por fin suena el pitido final. ¡Ya está, somos campeones! Te dejo adivinar lo que pasa después...


¡Y sí, Matute revienta de nuevo!


Michael y Juan Luis se abrazan y lloran de emoción. Los 30 000 espectadores pueden por fin liberar toda la tensión acumulada, lo hemos logrado.


¡Ahora, a festejar!


Nadie quiere volver a casa, todos los aliancistas quieren prolongar este momento de alegría y de comunión excepcional. Los grupos de conocidos se reforman y se hacen cada vez más grandes. Es hora de embriagarse. Embriagarse de felicidad y de alcohol. Al cabo de un rato, nos reunimos con unos amigos de Juan Luis y Michael en una calle adyacente, donde un altavoz está poniendo música que alterna entre canciones aliancistas, salsa y reggaeton. Todos beben, bailan y disfrutan intensamente de este momento tan especial. Me siento completamente achispado por tanta alegría, celebración y euforia colectiva. Cada vez que suena una canción aliancista, canto a pleno pulmón como si lo hubiera hecho toda la vida. Por primera vez, me siento plenamente miembro de esta gran hermandad.


Cuando vuelvo en mi, son las cuatro de la madrugada y las calles se han vaciado. La noche ha pasado volando y me siento como si hubiera estado soñando. Miro a Michael, a Juan Luis y a los demás sobrevivientes del grupo. Las caras de cansancio dicen mucho de la velada que acabamos de pasar. No hay duda, ¡hemos disfrutado de este momento como se debe!



Todo el grupo celebrando el título de campeón.


Para ser sincero, no tenía ni idea de dónde me metía antes de ir a Matute por primera vez. Ahora entiendo mejor lo que me ha llevado hasta ahí.


En el fondo, creo que me atrajo ese intenso sentimiento que desprenden los clubes cuya historia hunde sus raíces en la resistencia cultural del pueblo [5]. Sin darme cuenta, es este poderoso sentimiento el que me hizo hincha acérrimo del Liverpool cuando era más joven y ahora me convierte en aliancista de corazón.


Espero que este relato te haya dado una perspectiva diferente de lo mágico que es fútbol. Espero que te vaya bien en tu refugio bretón, y deseo de todo corazón que vengas a visitarme el año que viene, me haría mucha ilusión enseñarte este país que tanto amo y seguir descubriendo contigo todas las maravillas que encierra.


Gabriel


P.D. Cuando recibas esta carta, probablemente será 2023. No te sorprendas por la discrepancia entre la fecha de escritura y la fecha de recepción, La Oficina de Correos no tiene nada que ver. En efecto, había escrito esta carta en la fecha indicada en la parte superior, domingo 19 de diciembre de 2022, pero la vida en Lima me absorbió tanto que olvidé enviarla. Tuve que encontrarme en un pueblecito de la Sierra Central para recobrar la razón. Así que solo publiqué la carta el sábado 31 de diciembre de 2022.


*Gracias de todo corazón a Juan Luis y Michael por su generosidad, pero también a toda la pandilla blanquiazul que me acogió con los brazos abiertos, los llevo a todos en el corazón. Gracias a todos ustedes esta experiencia seguirá siendo inolvidable para mí y espero poder seguir compartiendo momentos privilegiados juntos en el futuro.


Apéndice - Viaje a las entrañas del aliancismo


¿Qué es el aliancismo? Una gran interrogante. ¿Es un sentimiento? ¿Una pasión? ¿Una religión? Un poco de todo, creo. De lo que estoy seguro, sin embargo, es que hay algo místico en la pasión desenfrenada por Alianza Lima que los hinchas blanquiazules reafirman semana tras semana. Una mística que las palabras por sí solas no podrían revelar por completo. No obstante, me gustaría aportar algunos elementos de contexto para intentar comprender un poco mejor este fenómeno singular [6].


La historia de Alianza Lima comenzó en 1901, cuando un grupo de adolescentes pobres y de clase media del barrio de Cotabambas, en el centro de Lima, decidieron crear un club de barrio. A principios del siglo XX, el fútbol era una actividad relativamente nueva, reservada aún a la élite, pero que se extendía rápidamente a nuevos sectores de la sociedad limeña. Durante sus primeros años de existencia, Alianza Lima no era más que otro club de barrio. En las décadas de 1920 y 1930 cuando el club fue ganando gran popularidad entre los estratos sociales más desfavorecidos de la capital, especialmente entre la comunidad afroperuana. Esto coincidió no sólo con el traslado del club al barrio de La Victoria, ligeramente al sur de Cotabambas, una zona obrera en gran parte "imaginada como un barrio negro" [7], sino también con los primeros éxitos del club, que ganó varios títulos de Primera División (1918, 1927, 1928, 1931, 1932, 1933) y cuyos mejores jugadores eran todos afroperuanos. Otro elemento fundante en la formación de la identidad aliancista fue la rivalidad con “los cremas” del club Universitario de Deportes (llamados así por el color de sus camisetas), más conocido como "la U". A finales de los años veinte, el equipo crema, identificado con los estudiantes de clase media y privilegiada, llegó a encarnar una identidad profundamente antagónica a la de la Alianza. Los dos clubes se enfrentaron por primera vez el 23 de septiembre de 1928, en un partido que sigue siendo famoso por los violentos altercados que se produjeron entre los jugadores y con los aficionados. Fue el primero de una larga tradición de enfrentamientos que hasta hoy se conocen como “el clásico de los clásicos del fútbol peruano”. Estos partidos se veían no sólo como un choque de comunidades opuestas, sino como una oposición de estilos. Mientras la U se caracterizaba por un juego basado en la fuerza y el esfuerzo físico, los "grones" [8] se distinguían por un estilo de juego que enfatizaba la técnica y la agilidad, valores muy apreciados por la cultura popular de la época. El jugador más emblemático de este estilo de juego “criollo” [9] es Alejandro Villanueva, que da nombre al estadio del Alianza. Apodado "Manguera" por su gran estatura (casi 1,95 m), jugó como delantero centro en el Alianza Lima entre 1927 y 1943 y se convirtió en un ídolo absoluto de la afición aliancista no sólo por su virtuoso estilo de juego (cuenta la leyenda que fue el primer limeño en marcar un gol con una chalaca) sino también por su formidable eficacia de cara a portería. Hoy, su recuerdo aún perdura con fuerza en la cultura popular aliancista.


¿Cómo nos ayuda este desvío hacia los primeros tiempos de Alianza Lima a entender qué es el aliancismo hoy? ¿Qué queda hoy de la identidad inicial del club? Ciertamente, la base social de los aficionados aliancistas se ha ampliado considerablemente desde los años de formación del club para incluir a personas de todos los sectores de la sociedad. Esto hace de Matute un espacio social heterogéneo y singular donde se mezclan sin distinción personas de diferentes orígenes sociales y de distintos colores de piel. Sin embargo, a pesar de estos desarrollos contemporáneos, creo que algunos rasgos de la identidad original del club persisten hoy en la mística aliancista. Del mismo modo que Alianza y sus jugadores afroperuanos representaban para los primeros aficionados del club, en su gran mayoría procedentes de sectores oprimidos de la sociedad (la clase obrera y la comunidad afroperuana), un motivo de orgullo y la posibilidad de superar la jerarquía social (al menos simbólicamente), esta esperanza emancipadora se perpetúa hoy en el inconsciente colectivo del aliancista. Esto, creo, es lo que da al aliancismo toda su fuerza, su poder y su pureza. En el aliancismo persiste el ideal de una sociedad más justa e igualitaria, que parece alcanzable con cada gol de La Blanquiazul. Que Alianza Lima sea hoy el club más popular del Perú, congregando a personas de todos los rincones del país, dice mucho de la fuerza de este sentimiento fundador de la identidad aliancista.


Para ir más allá...


Recomiendo encarecidamente el documental "Blanquiazul, el sentir de una nación" dirigido por Luis Alberto Castro Serrano en 2015, una inmersión íntima en el universo aliancista de la mano de quienes mantienen viva esta pasión a diario por todo el país. Está disponible gratuitamente en Youtube en: https://www.youtube.com/watch?v=fb3WsZuyj7w


Para quienes quieran escuchar las canciones aliancistas en su versión original, están todas disponibles en Spotify en la lista de reproducción "Alianza Lima - El Hincha Blanquiazul": https://open.spotify.com/playlist/5bhGmXMNQRqrMxp32Tsdq0 Y para quienes estén interesados específicamente en las canciones del Comando Svr, pueden escucharlas en el álbum "Comando Svr Vol. 1" también disponible en Spotify: https://open.spotify.com/album/7Go0KWaAVFbnd9LoYwGoRR


Notas a pie de página


1. Referencia a los colores predilectos de Alianza Lima.

2. El apodo se remonta a los años de formación de Alianza y refleja el espíritu familiar que reinaba en el club en aquella época, entre otras cosas por sus raíces locales en el barrio obrero de La Victoria.

3. Panfichi, A. I. y Thieroldt, J. E. (2014). “Clubes y Barras: Alianza Lima y Universitario de Deportes”. Esporte e sociedade, ano 9 n°24, p. 10.

4. El bombo es un instrumento de percusión de gran diámetro utilizado habitualmente en las bandas de música como acompañamiento rítmico.

5. Para comprender mejor este aspecto, les remito al apéndice "Viaje al corazón del aliancismo" que figura a continuación, en el que se relata brevemente la singular historia del club y se intenta dar algunas claves para entender mejor el fenómeno aliancista.

6. La mayor parte de la información de esta sección procede de los siguientes artículos : Panfichi, Aldo. « Africania, barrios populares y cultura criolla a inicios del siglo XX » in Lo Africano en la cultura criolla, Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2000 ; Álvarez, Gerardo. La difusión del fútbol en Lima. Tesis de Licenciatura en Historia. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2001 ; Panfichi, Aldo y Jorge Thieroldt. “Clubes y Barras: Alianza Lima y Universitario de Deportes”. Esporte e sociedade. Niterói, ano 9, n. 24, 2014.

7. Panfichi, Aldo. « Africania, barrios populares y cultura criolla a inicios del siglo XX » in Lo Africano en la cultura criolla, Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2000, p. 12.

8. “negro” al revés, apodo para los jugadores de Alianza Lima que se remonta a aquellos primeros años y se ha mantenido hasta hoy. En Perú el término no tiene una carga tan negativa como puede tenerla en otras partes.

9. En Perú, este término tiene una connotación más cultural que étnica, por lo que hace referencia a la música de la costa, muy influenciada por los ritmos y sonidos afroperuanos, o a la cocina típica de la costa.


 
 
 

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